jueves, 8 de octubre de 2015

"¿Qué tendrá Pío que le hacía tan especial?"

Lo siento. 
Siento no poder pensar que estás conmigo siempre.
Siento no sentirte.
Siento echarte de menos desde hace cuatro años.
Siento que te he perdido para siempre.
Siento que ya no estarás nunca...
Hoy me he encontrado silbando como tu lo hacías. En mi cara ha aparecido una sombra de tristeza y amargura, porque ya no volverás a silbarme así. Hoy me he encontrado pensando en que hace casi cuatro años que no te veía caminar. Me he visto a mi misma sonreírte mientras te fumabas un cigarro sentado bajo los árboles del jardín. Te he recordado recogiendo hojas secas en las plantas, yendo al campo con los perros. Te he visto inventar cosas en tu garaje. Te he visto zambullirte de aquella manera especial en la piscina. Te he recordado queriéndome. Me he visto queriéndote. 
Seis meses. No sé si decir solo seis o ya seis. Recuerdo ese día como si fuese ayer. Recuerdo la incertidumbre, los llantos, los abrazos, el sentir que te habías ido. Esas cancioncitas que todos nos repetíamos en la cabeza: "ahora está mejor donde está". Pero ¿y los que nos quedamos? No sé entrar en tu casa sin mirar de reojo a tu cama. No sé sentarme en tu sillón sin pensar que tu ya no estás. No sé cómo seguir sin ti. 
Me gustaría que vieras tantas cosas, abuelo. Me gustaría que supieras tantísimas más... Hoy, más que nunca, me aferro a la idea de que estés conmigo en algún lado. Cuidando de mi. Me gustaría abrazarte una vez más. Me gustaría otro beso tuyo. Me gustaría que me ayudaras a poner la mesa. Me gustaría verte sonreír, esa sonrisa que tenías en los último años era la más inocente y bonita que he visto nunca. Esa sonrisa que ponías cuando, solo para vértela una vez más, me ponía bizca. Te reías a carcajadas e intentabas hacerlo tu. 
Te echo de menos como nunca he echado en falta a nadie. Supongo que es la vida. Qué bonito sería nacer viejo y morir de niños, con una sonrisa. Echo de menos demasiadas cosas de ti. Demasiadas cosas cotidianas que ahora no tengo. A veces me arrepiento de haberle tenido tanto miedo a tu enfermedad... La enfermedad que hizo que no pudiese aguantar ir a verte tanto como hubiera querido. Lo que hacía que cuando te miraba no te viera a ti, viera a un niño pequeño, inocente, vulnerable... Esa mirada, esa mirada me mataba. ¿Dónde estaba aquel hombre fuerte y valiente que huía de toros salvajes en sus historias? ¿Dónde estaba ese hombre que iba de cacería? ¿Dónde estaba ese hombre que me dio la una enorme pasión por los animales? ¿Dónde estaba aquella figura paternal que jugaba conmigo en el césped mientras se le caía la baba al verme? Eras tu escondido bajo un embrujo que te hacía parecer otro. Quizá eres la persona que más he admirado en la vida, por todas y cada una de las cosas que me enseñaste y que aún recuerdo de ti. 
Porque es lo bueno de haber vivido tantos años contigo, cada recuerdo es bueno, cada momento está ahí. Cada vez que he pensado en ti en estos seis meses he recordado todas las cosas bonitas que viví a tu lado. El problema viene cuando no quieres separarte de ese lado. Cuando no quieres que esos recuerdos dejen de fabricarse y por fuerzas de la vida, mueren.

No hay comentarios:

Publicar un comentario