jueves, 11 de septiembre de 2014

La realidad. La jodida realidad.

Te sientas en la cama destrozada, intentas sonreír pero lo único que haces es llorar. No quieres escuchar nada, no quieres oir la voz de nadie (ni de los que más quieres). Te sientes sola, te sientes impotente. Tu mundo se ha dado la vuelta y tu pieza ya no cuadra en ningún lado, sientes que no hay nadie para ti y que tu no eres nada para nadie.
Te rindes, te sientes derrotada. No tienes ganas de seguir adelante, ¿para qué? No tienes ganas de seguir luchando. Solo quieres estar sola, dormir, pensar en todo y en nada a la vez.
Escuchas una canción triste, apoyas la cabeza en la almohada y te sigues sintiendo igual pero esta vez el sueño empieza a inundarte. No luchas contra ello, dejas que se apodere de ti. ¿Qué más da? No tienes ganas de luchar ni con él.
Al despertar te prometes que todo irá bien, que el día cambiará... Pero no, obviamente no pasa eso, acabas el día tirada en la cama, llorando como siempre. Ya no te ahogas, simplemente dejas que las lágrimas caigan una a una como si fuesen amigas de toda la vida.
Sabes que todo se arreglará pronto pero ni si quiera tienes ganas de pensar en ello, quizá es mejor apartarte de todo, olvidar el mundo por unos días. No salir, no hacer nada más que pensar en ti, por ti y para ti. Si, ser egoísta, ¿pero qué es eso? No, yo no sé ser eso. Me falta valor y me sobra corazón. Un corazón ahogado por las lágrimas. Buenas noches, Morfeo, no hacía falta que me conquistaras de esta manera.